Reflexiones   

Globo en tierra

Fragmento

Ángeles Mastreta

 

“Nada tan irresoluble como los ojos de un niño vueltos hacia nosotros. No heredaremos a nuestros hijos ni la certeza  ni  la quimera de un mundo feliz. Tampoco es ese nuestro deber. Nacemos en un mundo injusto, en un mundo signado por la desigualdad y el abuso, en un mundo que a veces parece no tener remedio. Y a este mundo traemos a nuestros hijos con su mirada como un reto para el que no tenemos si no escasas respuestas”.

“Saber que en el mundo hay infamia, desdicha, no nos releva de la obligación cotidiana de intentar que sea mejor. Esta certeza, tal vez antes que ninguna otra, nos  toca transmitir a nuestros hijos. Si no contáramos con ella, no tendríamos respuesta para sus continuos interrogatorios, no sabríamos como contestar a la pregunta esencial de entre todas las que pueden hacernos: ¿por qué se te ocurrió traerme aquí?

Mil veces pueden fallarnos las respuestas a las mil preguntas de nuestros hijos. Lo que no podemos olvidar y es nuestro deber comunicarles es que cuando decidimos  compartir con ellos la existencia estábamos  aceptando, uno que la vida es un tesoro que vale la pena y el júbilo, dos que el mundo, por mas lleno de afrentas y pesares que lo encontremos, merece el diario afán de quienes creen que tiene remedio”.